viernes, 4 de febrero de 2011

Algo se está rompiendo

Te traté como a una desconocida, Ciudad. Y de pura antipatía. Desinteresado en querer resbalar por el tobogán de tus ojos de humo. Que me fosilizan entero. Ayer pisé el pasto con insectos; hormigas, ciempiés, alacranes y de esas libélulas con piel de rama. Diformismo foliar. Hoy me barro por tu asfalto a besos, confundiéndome con las piedras. Ya que, cuando se transita por los pasillos de tu cuerpo no me detengo a penetrar sobre las diminutas piedras cobre y sangre con la vista. Más tarde me di cuenta que no podía seguir siendo tan indiferente. Esta vez reaccione rápido. Y te retrato sin omitir las variadas esquinas que ornamentan tu perfil. Y te alimento desde el plato, con las manos, a la nariz. Desde sus ductos, por la garganta y hasta el cerebro. Juntos nos vamos a sumergir en una botella de vino sin tener que arrancar el corcho. Suena poco lógico. Pero los amantes nunca asumen una conducta lógica. Y me deleito con tus grietas que se amplían ante el sonar de las vertebras reacomodándose al despertar. Como acordeones desafinados. Y te hundo con mi cuerpo en la cama, te amarro las manos con tus propias pantimedias. Desfigurándonos en un silencio estridente. Como agujas en los ojos. Ciudad. Viernes embriagados por la admiración hacia todo lo que abunda escondido entre paréntesis. Anudados con las piernas. Hasta que salga el sol.

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